jueves, 14 de marzo de 2013

MIND THE GAP





Como cada día a las nueve, Maggie esperaba sentada en el banco de la estación de metro. Por megafonía se escuchaba: “Mind the gap”, avisando a los pasajeros “cuidado con el hueco”. Sólo estas tres palabras la hacían estremecer y esbozar una sonrisa al volver a casa. Tras cerrar la puerta, reaparecía la pesadumbre, el hastío, la tristeza.
Se preparó un té, pan con manteca y corrió la cortina de la ventana de la cocina. Afuera caía la lluvia londinense desde el cielo gris plomizo. La casa se le hacía grande, enorme. Hijos ya criados, los nietos, y sola.
El ratito de la estación era su única alegría. Preparaba con esmero su cita diaria, se ponía su mejor vestido, el favorito, se perfumaba con agua de violetas y salía emocionada como una quinceañera. Esperaba sentada a escuchar la famosa frase por megafonía:”Mind the gap”,y su cara se iluminaba, resplandecía, la hacía revivir y recordar un pasado hermoso, esa voz tenía algo que ningún transeúnte sabía, ni sospechaba. Era de Lawrence, su difunto marido que había sido actor y en los años 70 la prestó a la compañía de transportes para avisar a los usuarios del metro del peligro entre vagón y andén. Desde su muerte, la viuda no había faltado ni un solo día a su encuentro.
Pero una mañana, escuchó una voz extraña, desconocida. Volvió a prestar atención al mensaje pero ya no era Lawrence. Habían cambiado el aviso. Maggie no entendía nada. Salió desesperada,caminando rápido hacia su casa. Al cerrar la puerta tras de sí, cogió de la estantería del salón su retrato de boda, lo limpió con la manga de su cárdigan y soltó un grito. Volvió a mirar la foto, Lawrence estaba guapísimo con aquel traje azul oscuro. Besó el cristal y apretó el marco contra su pecho.Preparó té y se sentó en el sofá preferido de Lawrence sin soltar la foto. Se durmió recordando aquellos días felices. Lawrence fue a buscarla esa noche. El té se quedó frío en la mesita del salón.