sábado, 17 de noviembre de 2012

Delicatessen









¿Te apetece pastel de cabracho?... Escuché mientras pasaba al lado de tres viejas repeinadas con laca que ojeaban el menú enmarcado con borde dorado en la pared de uno de los mejores restaurantes de la ciudad cuando me dirigía a la trasera del supermercado. Allí se encontraba mi contenedor favorito lleno de restos del día, productos caducados y otras delicatessen.
Con medio cuerpo dentro del cubo intentaba no respirar la peste que desprendía. Aunque a todo se acostumbra uno, incluso a comer manzanas podridas. Llevaba tiempo durmiendo en el parque bajo un manto  de estrellas cada noche con la única compañía de un viejo transistor. Pensando en ella y en su olor. Y con esto y un cartón de vino conciliaba el sueño. Y así un día tras otro, una semana tras otra, un mes,un año o dos… No quería recordar los trajes, las marcas, las citas, los relojes, el adiós… otra vida. Dolía demasiado a pesar de la embriaguez de vino barato. Suelo pensar que el amor es como el dinero o te engrandece o te destruye, pero  cuando tu amor es el dinero…  Tomaré otro trago para quedarme con el sabor  dulzón  por si mañana no despierto.








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